Una mirada tras los viñedos
Lejos de limitarse a sus playas y calas idílicas, Mallorca guarda un secreto entre sus tierras soleadas: un patrimonio vinícola con siglos de historia. Desde la época romana, la vid ha formado parte esencial del paisaje y la cultura local. Hoy, la isla combina tradición y técnicas modernas para producir vinos que conquistan paladares en todo el mundo.
En el corazón de esta evolución se encuentra la viticultura sostenible, una filosofía que respeta la naturaleza, protege los recursos y preserva la identidad cultural. Cada vez ganan más protagonismo las variedades autóctonas como Manto Negro, Malvasia, Prensal y Giró Ros, que reflejan el carácter único del terroir mallorquín.
Viticultura sostenible: respeto por el entorno y el terroir
El cultivo sostenible en Mallorca implica trabajar en armonía con la naturaleza: no se emplean químicos de síntesis ni pesticidas, se protege el suelo y se promueve el uso responsable del agua y la biodiversidad. Muchas bodegas apuestan por la agricultura ecológica, limitando la producción, abonando de forma orgánica y manteniendo elementos tradicionales como los muros de piedra seca típicos de la isla. Estos no solo previenen la erosión, sino que también contribuyen a regular el microclima en los viñedos.
El esmero en el cuidado del viñedo, junto al clima mediterráneo y los suelos calcáreos, define el carácter inconfundible de los vinos mallorquines.
Variedades autóctonas: la esencia del vino mallorquín
La isla es hogar de cepas que se han adaptado perfectamente a su tierra y clima a lo largo de los siglos:
Uvas tintas
- Manto Negro: Documentada desde el siglo XVIII, es la uva tinta más representativa y tradicional de Mallorca. Aporta vinos frutales (cereza, ciruela), con taninos suaves, notas especiadas y, en ocasiones, toques herbáceos. Ideal para acompañar arroces, pa amb oli, carnes blancas, cordero y platos mediterráneos especiados.
- Callet: Variedad muy típica de la isla, presente al menos desde el siglo XVIII y superviviente de la crisis de la filoxera. Su sabor es ligero y especiado (pimienta, nuez moscada), con taninos suaves, y produce tintos y rosados delicados de baja graduación alcohólica. Perfecta con tapas tradicionales, pescado azul, embutidos locales y quesos suaves.
- Fogoneu: Uva tinta de piel fina y baja graduación, con tradición centenaria en Mallorca aunque hoy menos cultivada. Aporta suavidad, frescura y notas de fruta roja, siendo habitual en coupages. Marida bien con ensaladas, pescados al horno y cocina vegetariana.
- Gorgollassa: Variedad autóctona casi extinta durante el siglo XX, recuperada en los años 90 gracias a proyectos de conservación. Ofrece vinos afrutados (fresa, frambuesa), con ligera acidez y taninos redondos. Se utiliza en tintos jóvenes, monovarietales exclusivos o como aporte en coupages modernos. Combina a la perfección con pastas ligeras, arroces secos y aves asadas.
- Callet Negrella: Subvariedad recientemente reconocida como autóctona y poco cultivada, utilizada en vinos especiales y producciones limitadas. Comparte perfil con el Callet pero es aún más delicada y floral. Excelente con platos suaves, pescados consistentes y quesos tiernos.
- Esperó de Gall y Mancès de Tibús: Variedades tradicionales casi desaparecidas, rescatadas recientemente para la DO Pla i Llevant. De cultivo aún muy reducido y orientado a la experimentación varietal. El Esperó de Gall ofrece frescura y fruta roja; el Mancès de Tibús, ligereza y un toque rústico. Ambas armonizan con aperitivos, platos ligeros, embutidos y quesos mallorquines.
Uvas blancas
- Malvasia: Introducida posiblemente en la Edad Media por mercaderes mediterráneos y muy vinculada a Banyalbufar. Variedad aromática y floral, ideal para vinos frescos y elegantes, así como para elaboraciones licorosas. Marida con pescados, arroces marineros, quesos ligeros y mariscos.
- Prensal (o Moll): Probablemente endémica de Mallorca y documentada desde el siglo XIII. Variedad fresca que produce vinos jóvenes y ligeros con notas de fruta blanca (manzana, pera) y acidez refrescante. Perfecta con entrantes, ensaladas, pescados blancos y arroces suaves.
- Giró Ros: otra antigua variedad casi extinguida y recuperada recientemente, considerada hoy una joya blanca. Aporta sabores de fruta madura y notas tropicales, con buena estructura y boca sedosa. Da carácter y frescura tanto a blancos como a rosados. Ideal con arroces, mariscos potentes y platos mallorquines al horno.
- Moscatel (Moscatel de Alejandría y de grano menudo): Presente en toda la cuenca mediterránea y parte del patrimonio varietal de Mallorca desde la Edad Media. Muy aromática, con notas florales, uva fresca y dulzor natural. Se utiliza en blancos secos, vinos dulces, passitos y algunos espumosos naturales. Perfecta con postres, fruta fresca y aperitivos con foie gras.
Estas variedades autóctonas, auténticos tesoros vitivinícolas, reflejan siglos de adaptación, tradición e innovación en la isla. Cada copa de vino mallorquín cuenta así una historia irrepetible de su tierra.
Sostenibilidad y diversidad local: un binomio inseparable
La combinación de una viticultura respetuosa y la apuesta por cepas autóctonas protege el entorno y fomenta la autenticidad y diversidad de los vinos mallorquines, fortaleciendo la economía local y la tradición. Así, los amantes del vino pueden disfrutar de copas llenas de historia, sabor y un profundo vínculo con la tierra.
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